El despertar del sopor de la normalidad, desnudarse de quién uno se cree que es y adonde va. Escasos segundos para aterrizar en la realidad de que algo ha fallado en la rutina.
Alteración de ritmos, todas las caídas son tontas, todas intempestivas.
La cara de sorpresa y estúpida incredulidad de descubrir que tus planes han fallado por una pequeña piedra y un triste tropiezo.
Urgencias, dónde la vida se compara en gravedades variables y se mide por buenos y malos humores segregados dentro o fuera de sus conductos y dolor de carne y huesos.
Sábanas que descubren o tapan, pasillos que pueden desembocar en túneles luminosos que cruzan blancas y verdes figuras de cansado semblante. Protocolos y rutinas para sobrellevar estas vidas humanas hasta su máxima fragilidad.
A veces lágrimas entre lo irreversible y lo sospechado. Otras, la falsa memoria que traiciona otra vez el recuerdo de este y ese momento.
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