jueves, 8 de febrero de 2018

Futuro

El futuro ya no se presenta como un suceso prometedor, como una esperanza o, al menos, una mejora.

Del futuro ya se ha comprendido que hay que aceptar en el mejor de los casos una segura mutación y la aceptación de la fragilidad  la amputación necesaria, sacrificar el espíritu y convertirse en instrumento de otros hasta pasar a ser un cachivache más o menos entrañable y confiar en vivir de las rentas de algún pretérito cariño, eso presumiendo estar en disposición de cierta autonomía física y pecuniaria.

Toda actividad de entretenimiento y ocio se irá abandonando a la deriva en la certeza de lo pasivo y la inquietud de algo más es exigible a esta existencia reducida a mínimos aborregados y predestinados, al terror del tiempo que escapa y no vuelve más. la contemplación en los otros de la repetición y el deterioro demasiado doloroso como para comprender que también es propio y común a los mortales.

A medida que se acerca el futuro, el pasado puede convertirse en un tiempo propio y casi inmutable donde aún ser ante la perplejidad del presente y de nuestros desconocidos viejos conocidos, empezando por nosotros. La inmersión en el pasado que nos consuela en la creencia de nuestros alterados recuerdos. Otras veces, el recuerdo es irrecuperable, en propio y ajeno en la entidad perdida de la enfermedad que nos desaparece o que merma nuestra capacidad y acaba con nuestro último arresto de dignidad.


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