Deambulé sin propósito ni rumbo,
rompí el reloj que apresura el tiempo
y corté mis manos con un trozo de pasado
que brillaba en el suelo.
Sostenido en el aire,
he contemplado el caleidoscopio
de la inocencia en su envoltorio y
el regalo que la vida nos traía
sin saberlo, pedirlo ni sospecharlo,
tal vez no inocentes del todo,
o sí de un cierto temor revestidos.
No sé quién encontró a quién,
no encontraría sentido, lugar,
dónde ni por qué.
Un calor que duplica
asfaltos sobre si mismos,
pasos apresurados quizá por el calor,
no, sólo los nervios.
No sé si supe seducirte, hacerte sentir
único hombre en el mundo,
dueño del paraíso,
agasajar tu cuerpo, sentidos, paladar
y sexo, pensamiento o sueños,
pero tus manos y tus ojos hablaban
otro lenguaje distinto y
tu boca repetía el patrón de otros besos,
pero supon que creí ser
perversamente sexual y omnipotente,
sentirme valiente y locamente orgullosa a tu lado,
aun a este otro lado de cuerpo roto,
pese a haberme traspasado
de la mitad de la vida.
Amarillo y acíbar, erguidos
tulipanes se deshojan bajo este sol,
cuando ayer acababa de descubrir las lilas
bajo el zumbido inaudible de la tormenta,
Pero hoy la ciudad me parece más grande.
el cielo un poco más pesado,
y mi vida un poco más vacía
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