lunes, 26 de marzo de 2018

Tesoros

En mi mano pequeña, sentía rugosa su forma dura y fría desde la que podía comprender, en su irregularidad, las formas posibles que los colores eran capaces de arrancarle a esa piedra que para mi cobraba vida.

Un lápiz y un trazo, a veces un bolígrafo, o infinitos trazos en todo sin límites ni siquiera comprender donde se puede dibujar o no, la imaginación de mundos expresados entre hojas en blanco de libros o cualquier espacio que llenar.

O la música, amada y arrullada comprendida sin palabras o acariciada con ellas, cobijo y refugio, ahuyentadora de soledades y silencios aterradores y nunca formulados porque nadie nunca preguntó ni paró a pensarlo.

 Y cuando mis dedos encontraron y amaron, amasada y fresca, su suave y escurridiza forma, el torno giró adverso en sentido contrario a las agujas de mi reloj.

No hay comentarios:

Publicar un comentario