Creí
aprender,
reír y llorar,
sufrir y amar
en la eterna
veleidad
de la simetría
del valor,
la coreografía
propia inmersa
en mentiras tan
ciertas cómo
únicas presencias.
Arrojados,
sentidos
inflamados,
presagio
y presunción,
estrellando
claramente
cada arista
por accidente,
Platos
de comida
que ya no sabe
y un rato de pasar
el rato,
y mientras
pretender
ahuyentar
el peso de los
años que nos
abandonan
y no quedan.
Negaré
mi presencia,
sustrayéndome
al absurdo
debate
del protagonismo
ajeno, forja
de egos, sombra
de sombrones
disimulando ojos
vigilantes que
afilarán sus fauces
para sonreírse
autocomplacientes
en la valía
de su estirpe.
Condescendientes
e indecisos
de su valentía
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