absurdamente,
demoras y oleajes
de puntos suspensivos.
Botellas encriptadas
en las que beber
el veneno vivo
que destilan y envían
los Dioses.
De rodillas la cabeza,
hundido sin
tus propias huellas,
horadando saliva
del fondo del estómago.
El miedo que no conoces
aún y, absurdamente nunca
tenemos en cuenta,
morir dos días para
perecer toda una vida.
Y encuentro una paz
asonante en mis silencios,
hilos en mis pensamientos
que cobran vida,
sentidos inexplorados
y un tiempo propio que
desvelar mientras deshago
el papel entre mis dedos
y agrieto mis huellas
masticando canas
desde otro yo,
mucho más cansado
pero ahora consciente
en su propia limitación
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