domingo, 4 de noviembre de 2018

Más allá

Ahora más que nunca, los recuerdos se desvanecen prematuramente antes de dejar siquiera un leve poso. Un tiempo antes de que los peatones desaparecerán exterminados pero los muertos comenzarán a hablar incesantemente, profiriendo todo lo que habían callado en vida.

El lugar del tránsito será cada vez más frecuentado y se acortará el cordón umbilical que nos une a la mueca eterna.

La madre, la esposa, la hermana y la hija llorarán sangre hasta no ser solo mujeres, más allá del destino de los hombres que siempre se acaban marchando de una u otra forma.

Y ella yace detrás del conveniente cristal mientras una cinta se mueve al aire en medio de la refrigeración y la iluminación irisa los rasos que cubren su cuerpo con eufemismo. Los familiares despiden a los allegados y mastican, incapaces de tragar,  manzanas y camposantos de huesos almendrados. Prolongan sus sombras en este día que marcó el reloj para arrancarlo del calendario hasta que la débil y compasiva mente lo vaya espaciando, aislando, olvidando, olvidando...

Y la muda presencia se desvanecerá hasta el nuevo dolor que se percibe distinto, más cerca, más concebible y propio, casi amable y compasivo, aunque algo invasivo y vergonzoso porque no sabremos nunca que cara se nos quedó. Tal vez un buen arreglo, o un arreglo de muñeco de feria, para consuelo de esos ojos que miran y, como todos los ojos juzgan y comparan sin ver más allá.

Hasta que lo muertos vuelvan a hablar y su verdad no se pueda callar.


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