domingo, 31 de marzo de 2019

Un grande amor

Expuesta, pretendiendo ser normal como cualquier persona capaz de llevar una vida ordenada.
Ese lugar en el que ya se debe tener todo claro, organizado y no sé tiene edad para tantas cosas pero no queda demasiado tiempo para demasiadas otras. Por qué al final se siente urgente el no haber vivido, ni siquiera amado, solo una sucesión de días y ensoñados segundos. 
Una sucesión de lo sobrevenido entre las ganas de salir corriendo y el indeleble peso del deber sujeto sobre cuatro mentiras piadosas que llamamos ser. Nunca ha sido suficiente o ni siquiera ha sido, ese presunto cariño humano tan escaso. pobre y torpe. No, nunca ha habido esa arrebato recíproco, ese poder llorarlo todo y ser comprendido desde las fibras de cada dolor, cada pensamiento e instante vividos. Poder perderse en el descubrimiento infinito de uno mismo y otros.
Solo fue un último instante, un intento de desgarrar el alma y sacarla a pasear desnudada a fuerza de hastío, la norma y los juegos que han marcado siempre otros. Nunca encontró si no miedo y limitaciones, silencio o cambio de conversación.
De nuevo pisar el acelerador para acabar, una vez más, frenando en seco.
El sabor del vacío nubla sus ojos, ha reducido aquellos instantes de desbocadas pulsaciones a unas constantes mínimas. Recuerda el vago deseo que adormece el invierno del león, la cacería y el imaginado sabor de la presa en las fauces vacías.
Ya solo distingue como se desvencijan las siluetas ajenas en la descomposición de la propia, y cómo acabamos hablando sin que nadie se pare ya nunca a escucharnos entregadamente. Quizá sólo somos capaces de escuchar en la medida que podamos contarnos a imagen y semejanza.
Todo se reduce a un prolongado final al que nadie se atreve a poner el cartel. Implica tanto miedo, reconocer también el fracaso de lo escasamente conseguido, esta vida en la que descubrimos no ser lo que esperábamos ni siquiera lo y mucho menos lo que creímos ser. Por delante un viaje, quizá el último juntos y la duda de cómo soportarlo.
Nos asomamos a otras vidas, no vale es pura cobardía. Esas relaciones ideales de adolescentes risas y camaradería, esa expresión del sufrimiento que todo lo ocupa en un ombligo que trepa hasta tapar el sol. Tu enojo contestado cuando justificas que no estoy nunca si cuando estoy sigues sin verme.


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