lunes, 10 de febrero de 2020

Cambios de comportamiento

Invitar a una casa es algo extraño, incómodo sinose dispone de suficiente espacio, bebida y una capacidad a prueba de bombas como anfitrión porque pasarlo bien es estirarlo al máximo, aferrarse a una copa y la ficción de que somos únicos e inmejorables.
No, ahora la opción más habitual es el alterne social lejos de la familia a ser posible, tan pesada y aburrida, un lugar ajeno en el que pagar la bebida propia y hasta ajena da una confirmación del status y los niños, ahora que los bares son espacios sin humo, pueden desarrollar su vida social e iniciación al consumo a edad cada vez más temprana.
Ella es un cuento de brujas, el horror que ha conseguido triunfar en medio de una inacabable borrachera que la sube al trono de todas las opiniones. Él un incauto bocazas abandonado por sus dientes y apresurado en los años, que censura la falta de pudor y alegría cuando no se cumple la máxima: en el bar no se llora.
Podían pasar semanas, meses y hasta años pero los encuentros siempre se repetían con la escasa diferencia de la ingesta y algunas caras variables.
Más bebida, más palabras,quizá a veces risas y el tiempo juntos que ahuyenta soledades y certezas de cómo avanza imparable. Exaltemos, qué bueno, y luego sollozemos jugos gástricos en cualquier tanatorio donde evitar oler y sentir la fría Muerte.
Ya no se puede parar, por más que te distraiga el fondo de la copa.
Recuerda el costado abierto, la carne como el cuero y esos ojos que ya no admiten compasión y cristalizan y clavan cada palabra sin que llegue a pronunciarse.
Tú, sí tú, estarás en alguna parte en la que no volveremos a vernos más en esta vida mientras yo inicio la inquietud de empezar los trámites del fin.

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