Buscando en el naufragio de la memoria asisto a la necesidad infinita de recuperar retazos de infancia que fueron infravalorados y abandonados en pro de La Literatura con mayúsculas.
Aquellos Tebeos que leía con ansia siempre que caían en mis manos, aquellos momentos de absurdo y surrealismo, de divina gracia, en aquella España franquista grisácea y uniforme, de televisión en blanco y negro, eran los momentos de colorido y transgresión para unos niños que nada imaginábamos de que Franco era un dictador pues ninguna otra cosa habíamos conocido ni nos era dado conocerlo entonces. Érase una España en la que los niños eran traídos por la cigüeña, de chistes verdes que no te dejaban escuchar pues te mandaban al pasillo, de recados a la bodega para devolver los cascos de las botellas, de chucherías y dulces como nada nos ha vuelto a saber.
Aquellos tebeos hablaron desde el recuerdo a la nueva visión adulta y, una vez conocido el diablo y el mundo, comprendidas aquellas lecturas como soberbio y salvaje ataque a todo, oda a la anarquía y esperpento hecho carne de viñeta.
A diferencia de otros autores menos amargos y feroces pero mucho más productivos, hoy no encontraremos nada publicado de aquellos autores malditos y si preguntamos en un moderno espacio de venta de cultura templo de la modernidad de los tiempos, que ironía, nos miran asustados como si el imposible autor sólo existiera en nuestra imaginación. Hablo del Gran Vázquez: Don Manuel Vázquez Gallego que sólo habita ya en librerías de segunda mano y rastros si se llega a encontrar.
El mundo cambió y así lo hizo España. Hoy en el imperio de los sinsentidos de las multinacionales, en ese mundo que no funciona y eso no importa mientras produzca millones, cuando miras a tu jefe sólo puedes recordar aquello de "Anacleto, por qué me miras así? antes de lanzarte a su cuello.
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