Encontré espías rusos, sombrereros franceses e italianos anarquistas.
Olvidos, rencillas, soberbias e iracundias, posesiones y usurpaciones.
Cajas de sombreros de tules apolillados, cajones de cómodas de caoba atestados de joyas improbables.
El brillo del cristal de roca y el olor de la madera del palo de la rosa.
Un diente de oro que a veces rió y otras enseño los colmillos.
Un ombligo añejo y envuelto en papel de seda que indica origen, pertenencia y estirpe.
Sangre en una tarjeta plastificada que revela una adscripción a un grupo de condición mortal.
Fotos desvaídas que muestran jovenes que conocí viejos.
Heridas abiertas y cicatrices retorcidas de color blanquecino.
Un papel pintado de flores naranjas, un cuarto angosto y oscuro con una ventana a un patio de luces.
Un perfume indeleble que ya no existe y unas cuentas desperdigadas de cristal de roca, junto al recuerdo de una filosofal amatista perdida en mi recuerdo.
Historias ciertas, modificadas, recontadas, interpretadas u olvidadas, parciales e incompletas, pasadas o aprendidas.
También comportamientos que encuentro nuevos en mi, así sin más contemplaciones.
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