Esto que he dado en llamar
vida
no lo es.
Nada es cierto,
todo es
una locura,
un hondo
espejismo de basura
amontonada
hasta el
cielo
para no respirar
para no ver la luz.
Pasajeros a ninguna parte,
relojes siempre atrasados,
trenes impares
de destinos inalcanzables.
Las sirenas sonaban
en una ciudad herida
cuando el miedo y la confusión
ni siquiera podían
hacernos reaccionar
contra hábitos programados
por largos
años de domesticación laboral,
absurdo querer llegar
a trabajar
a pesar de las bombas y
a pesar de la confusión
angustiosa en la que
cada avance era una nueva
incógnita
a despejar de la
única cierta:
La Muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario