Quisiera haber sido especial,
haberlo sentido,
en algún momento lejano
e incluso breve como un suspiro.
Pero estas manos duelen
hasta mi cabeza,
estos ojos rebosan el agua
del cansancio y la mente
bombea descargas y lanza
cortocircuitos,
a veces imperceptibles,
hoy más alarmantes,
de olvidos pues derrama
la memoria estos momentos
de lo excesivo.
Duele la desesperación de lo perdido
y también duele
la de lo no alcanzado
por soñar que existe.
Fustigo mi educación en pos
de un género humano escaso
y empobrecido
ante impulsos inmediatos,
y aunque el respeto
es el camino,
en él siempre quedo sola.
Sola queda mi garganta
y de gritos el aire sacudido
que rasga el silencio del alma.
Mirando el calendario y
parar el reloj del destino
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