El inicio, donde se atropellan palabras frenadas en seco, no nunca repetir la acción, el tiempo, el lugar, o el sujeto, como debe ser o comenzar todo, un big bang que estalla en la cabeza con una previa inquietud que todo lo impregna, la desazon de estar vivo y encerrado, hace tanto, tanto tiempo que se convierte en ell abismo terrible de asomarse a uno mismo y lo que deberíamos estar haciendo en realidad.
Faltos de olfato y gusto, de instintos, sobrados de necesidades e insatisfacciones. Escritos que no responden a la realidad y formalidades que nos vinculan sin implicación ni obligación.
Todo resultaba cada vez más formal y previsible, ahogarse en un charco en el desplome de unas nubes que apenas acababan de llegar se acabarán yendo mañana.
A mi espalda se abre el cristal que asoma al espacio donde podría caer y que alfombran remolinos de hojas secas y amarillas, coches mojados y un pavimento rojizo y sucio. Las teclas, vuelan y las palabras tardan en aparecer en la pantalla blanca.
Te recuerdo y sé que hemos frenado en seco, que hemos perdido aquel empuje con que vivimos y tomamos el pulso a la vida. Has preferido prolongar la pacífica y escasa relación que apurar hasta las cenizas el fuego que nos atenazó en algún momento. Pero esa era yo y me matas para dejar espacio a tu ser, una ilusión de tu mundo tranquilo, algo aburrido, controlado y controlable, algo triste ya sé que lo reconoces.
Y como las letras, ocurre que cuando ya aparece tu conciencia ya ando en otro pensamiento.
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