domingo, 1 de abril de 2012

Lingüística y Escritura

¿Podemos escribir todo lo que pensamos y sentimos?

La representación del entorno debió ser el primer simbolismo gráfico: soles, lunas animales, papiros, agua, para irse afinando hacia la abstracción. El hombre es un ser representativo de su medio hacia si mismo y de si mismo hacia su entorno.

Interpretamos lo contable y lo incontable y somos capaces de crear sistemas para ello, para presentar y representar a través de sistemas lingüísticos, numéricos, musicales, dramáticos y convertirlos tanto en Ciencia como en Arte.

Las primeras técnicas de escritura gráfica como tal se remontan a unos 4000 años de antigüedad y han ido evolucionando desde el ideograma hasta la representación fonética.

Ferdinand de Saussure, considerado el fundador de la Lingüística moderna, estudió sánscrito en Leipzig, Alemania, donde tuvo como influencia a los neogramáticos, que buscaban renovar los métodos de la gramática comparada. Luego se dedicó al estudio de la lengua indoeuropea y publicó a los 21 años Memoria sobre el sistema primitivo de las vocales indoeuropeas" (1878) con tal rigor y método (gramática comparada) que hoy sigue vigente. En 1979 publica su tesis doctoral "Sobre el empleo del genitivo absoluto en sánscrito", trabajo que le otorga méritos suficientes para ser nombrado profesor de gramática comparada de la Escuela de altos estudios de París.

Después de su primera obra, Saussure se decanta por la teoría lingüística, ya que su labor investigadora le lleva a la conclusión de que los fundamentos de la lingüística como ciencia son todavía muy inciertos. Durante tres cursos impartidos en la Universidad de Ginebra entre 1906 y 1911, Saussure somete la lingüística a una revisión teórica que vería la luz tres años después de su muerte en forma de libro con el título de "Curso de lingüística general " (1916), compilación y ordenación de apuntes de clase elaborada por algunos de sus alumnos. De forma directa, e indirecta en bastantes ocasiones, de ese curso se extraen las siguientes ideas:

La lengua es fundamentalmente (y no por accidente o degeneración como pensaban los comparatistas) un instrumento de comunicación. Existe una arbitrariedad lingüística fundamental que proviene del hecho de que el pensamiento, considerado antes de la lengua, es como una masa amorfa, como una nebulosa, que se presta a todos los análisis posibles, sin privilegiar ninguno; por consiguiente, las formas de organización de las lenguas en cada momento de su existencia no tienen que ver con ninguna función preexistente a la que es la única que tienen: la de comunicar.

Por otro lado y frente a los comparatistas, Saussure niega que los cambios lingüísticos puedan alterar la organización de la lengua. La analogía, por ejemplo, lejos de destruir, refuerza las clasificaciones lingüísticas. Según él, tampoco las leyes fonéticas tienen ningún efecto anárquico como pretendían los comparatistas, pues una determinada organización gramatical, desplazada por la evolución fonética, siempre puede establecerse en otra.

El lenguaje, en cualquier momento de su existencia, debe presentarse como una organización, como un sistema (lo que más tarde se denominaría estructura): los elementos lingüísticos no tienen ninguna realidad independientemente de su relación con el todo.

El elemento lingüístico es el signo, es decir, la asociación de una imagen acústica (significante) y de un concepto (significado); en tanto que valor, su poder de cambio consiste en que sirve para designar una realidad lingüística que le es extraña (y que no es su significado, sino que este sirve para llegar a ella) y su poder significativo está condicionado por las relaciones que lo unen a otros signos de la lengua, de manera que no es posible aprenderlo sin reubicarlo en una red de relaciones intralingüísticas.

Existe una interdependencia entre las lenguas oral y escrita, ya que ambas están regidas por un mismo sistema englobador (norma abstracta) bajo un conjunto de variantes enunciativas que los hablantes competentes ajustan y distribuyen a las necesidades y contextos discursivos específicos.

Existen distintas utilizaciones en la escritura desde algo sagrado hasta la mera comunicación y transcripción.

En cuanto a sistemas de escritura encontramos una evolución entre la semasiografía encontrada aún entre escritos de las tribus Yukaghir (Urálicos) y los de algunos pueblos Mesoamericanos como ejemplos de escritura semasiográfica y en la que los dibujos comunican el pretendido significado de maneras vagamente relacionadas con el habla sin que intervinieran formas lingüísticas, hasta la etapa posterior de la fonografía, en la que los sistemas de escritura adscriben a signos de diferentes niveles un valor fonético convencional. En el caso de lengua hablada, el más habitual, se habla entonces de escritura glottográfica o fonográfica,

Los escritos glottográficos (escritura de lenguas habladas) pueden agruparse en dos, teniendo en cuenta la transcripción gráfica de elementos lingüísticos puede indicar tanto unidades de la primera articulación (palabras o morfemas) como de la segunda articulación (fonemas o secuencias de fonemas):



Las escrituras fonográficas, aquellas en las que se escribe lo que se dice, es decir los sonidos de una lengua hablada (fonemas). A cuyo grupo pertenecen las escrituras alfabéticas o silábicas.



Las escrituras logográficas muestran los morfemas de una lengua, es decir, los componentes gramaticales. Las escrituras logográficas (sumerio, proto-elamita, proto-índico, chino antiguo, egipcio, cretense e hitita) empleaban signos que representan una o más palabras del idioma (aunque también utilizaban signos silábicos como indicadores fonéticos, es decir, eran escrituras logo-silábicas). Sin embargo, una escritura como la china actual representa no sólo palabras sino también partes de palabras (morfemas), por lo que estamos ante un sistema morfográfico.



Las escrituras silábicas (derivadas de las logo-silábicas) establecen el convencionalismo de escribir las sílabas idénticas de palabras distintas con signos idénticos. Si el español o castellano tuviera una escritura de este tipo se elegiría un signo único entre varias posibilidades para representar, por ejemplo, la sílaba per, sin atender a que se encuentre en las palabras "permuta, perdón, perdido, perfidia", etc. En los sistemas de escritura consonánticos (por ejemplo, árabe y hebreo) las vocales, aunque pueden señalarse por medio de signos diacríticos, suelen omitirse, ya que el significado se deduce a partir del armazón consonántico de la palabra y por el contexto. Sin embargo, este sistema no representa ninguna evolución en el desarrollo estructural interno de la escritura.



Por otra parte, los sistemas alfabéticos son escrituras en las que un grafema representa normalmente uno o más fonemas individuales del idioma, aunque no existe una correspondencia exacta entre alfagramas y fonemas. Así, en español, el signo alfabético <b> corresponde al fonema /b/, mientras que el signo <c> representa los fonemas /k/ o /s/, por ejemplo. en <cosa> /kosa/ y <cena> /sena/. Como es posible apreciar, el paralelismo entre lengua hablada y lengua escrita es gradual: sólo sería perfecto si la escritura fuera fonológica (correspondencia biunívoca entre grafemas y fonemas) o fonética (equivalencia entre grafemas y alófonos). No obstante, estos dos últimos sistemas de escritura sólo son utilizados en descripciones lingüísticas. De esto podría deducirse una diferencia entre escrituras prácticas y técnicas, pues las primeras establecen una correspondencia tal entre las lenguas oral y escrita que facilitan el aprendizaje y uso de dicho sistema escrito, mientras que las segundas proponen un sistema de escritura que requiere un conocimiento lingüístico de carácter científico.





En el ámbito de la Psicología, Harry K. Wells explora el concepto de lo escrito e identifica cuatro niveles de uso, que no se deben considerar exactamente funciones en el sentido lingüístico: ejecutivo, funcional, instrumental y epistémico.



El más básico es el ejecutivo, que se refiere al control del código escrito, a la capacidad de codificar y descodificar signos gráficos.



El funcional incluye la comunicación interpersonal y exige el conocimiento de los diferentes contextos, géneros y registros en que se usa la escritura.



El instrumental corresponde al uso de la lectoescritura como vehículo para acceder al conocimiento científico y disciplinario.



Y el epistémico se refiere al uso más desarrollado cognitivamente, en el que el autor, al escribir, transforma el conocimiento desde su experiencia personal y crea ideas.

“La taxonomía de funciones lingüísticas” de M.A.K. Halliday (1973) distingue dos categorías en el nivel epistémico: el uso heurístico e imaginativo. Florian Coulmas en su “Sistemas de Escritura, Una Introducción a su Análisis Lingüístico” (1989) se refiere a esta última función como estética además de incluir otra con la denominación de control social. Después de estas distinciones, podemos distinguir y clasificar los siguientes tipos de funciones:

La primera distinción será entre usos individuales (intrapersonales) o sociales (interpersonales):



Intrapersonales: El autor del escrito y su destinatario son la misma persona. Las principales funciones son:



Registrativa: La escritura permite guardar información sin limite de cantidad o duración. Se trata de la función mnemotécnica más básica que utilizamos corrientemente cuando anotamos direcciones y teléfonos, compromisos en agendas o ideas que se nos ocurren en un momento imprevisto. Requiere dominio del código escrito y su correspondencia con los sonidos.



Manipulativa: al ser bidireccional y planificada, la escritura facilita la re-formulación de los enunciados, según las necesidades y las circunstancias. No siempre reproducimos literalmente lo escuchado, leído, visto o pensado. Escribir permite elaborar la información. Así preparamos el guión de una charla, etc.



Epistémica: subiendo otro peldaño de desarrollo cognitivo, la manipulación de datos permite al autor generar opiniones e ideas que no existían antes de iniciar la actividad escritora. Escribir se convierte en una potente herramienta de creación y aprendizaje de conocimientos nuevos. Todos hemos experimentado el poder epistémico de la escritura en situaciones cotidianas. Al tener que explicar por carta a un amigo una situación complicada o comprometida.



Interpersonales: el autor escribe para otros: un lector conocido o no, un grupo, una asociación, una comunidad lingüística, etc. La escritura se convierte en un instrumento de actuación social para informar, influir, ordenar, etc. Aquí también distinguimos varias funciones:



Comunicativa: la escritura permite interactuar con el prójimo en circunstancias nuevas: en diferentes lugares y tiempos, cuando lo escrito resulta más preciso o cortés. Esta función exige dominar los rasgos discursivos y gramaticales propios de cada género y tipo de texto.



Organizativa: desarrolla funciones ordenadoras, certificadoras o administradoras. Lo escrito garantiza derechos y deberes de la ciudadanía, informa al público lector, garantiza derechos al trabajador, etc.



Finalmente la última función que participa de lo usos intrapersonales tanto como de los interpersonales es la estética o lúdica. En cualquier situación, la escritura posee una dimensión lúdica.

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