martes, 3 de abril de 2012

Razón de Cartapacio

No por si mismo aunque sí debido a las constantes interrupciones del miedo pánico hacia él, se hace incomodidad del silencio. La soledad abre bocas hambrientas de esperanza desmedida y desboca palabras capaces de crear una conversación a partir del zumbido de una mosca o de la noticia más inverosímil.

Teclea sin apartar los ojos mientras oye el rumor con indiferencia, otro día inacabable, sumergido entre preocupaciones eternas. Rodeado de pasillos y tertulias exaltadas, quiere escapar mentalmente, poder volar fuera, lejos de ese entorno mientras sigue fijando ferreamente la vista sosteniendo una postura encorvada mitad protección, mitad desafío.

Siempre encuentra restos de naufragio en su correo: invitaciones de apenas conocidos, reenvíos masivos que pronostican suerte o ensalzan la bendición de amistades profusas y grandiosas, algo de spam y variopintos adminículos alargadores, potenciadores, estimuladores o multiorgásmicos fálicos. También insinuantes y sugerentes correos que, con perversa inocencia, pretenden jugar el juego de leer entre líneas por sinuosos caminos y recovecos.

Algunos van a por café, vuelven y regresan, recorriendo el camino varias veces al cabo del día. Misterios y secretos escondidos en despachos y desconocidos puestos de inimaginables cargos.

El odio gris y mediocre que se desprende, indeleble, del polvillo de los cartapacios.

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