Cuando la inspiración llega es difícil contener sus exigencias, desplaza el sueño, las relaciones humanas y campa por sus fueros fuera de toda razón.
No atiende a mis necesidades de sueño y olvido, me apremia y empuja a escribir malditamente por encima de mi cadáver.
Si intento distraerla y apartarme me asedia en espirales de palabras azotadas en huracán rugiente.
Apurando el último resquicio de fuerzas prosigo con la maldición de Prometeo grabada en mi frente y entrañas, el castigo de Sísifo en mis manos cargadas de empujar la vida.
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