miércoles, 9 de mayo de 2012

Miér...coles

Como le dicen algunos. Miérrrrcoles, sí. Marathon woman, uno de esos días en que si puedes hacer 16 cosas para que vas a hacer sólo una y arrastrándote, mejor hacer las 16 jodida por si luego ya no puedes hacer ninguna de todas ellas.

Pruebas médicas encajadas al encaje de bolillos para no perder aún más días de trabajo entre médicos y precariedad de salud bien condimentada con la laboral que nos acecha cada día. En resumidas cuentas y otras tareas, en dos horas una analítica, una mamografía y una endoscopia. Fascinante. Voy a ofrecer packs turísticos por las colinas, valles y simas de mi cuerpo.

El factor humano al que siempre atraigo en todo el esplendor de su complejidad me ofreció una nueva muestra. Con mi brazo estirado y apretando el punto del análisis, salí rápidamente a otra planta, cruzando pasillos sin fin, atajando aleatoriamente entre otros perpendiculares, bien concentrada en mi orientanción espacial que suele ser buena y, una vez, más me permitió llegar a tiempo cual séptimo de caballería desgañitado. Ella abrío la puerta de la sala y duuuuuuuuuulce, hiperazúcarada, me saludo y pidió que esperase un momentito. La alumna de rayos, mola más que imagen para el diagnóstico, rayos y truenos, sentada ante una pantalla en esa sala miraba, sin ver, una pantalla de listados coloreados y de vez en cuanto escapaba a otra azulada de Tuenti.

Regresó la madre de todos los Merengues, y me ofreció un bombón que decliné amablemente so pena de cargarme la endoscopia y el ayuno pertinente a ella. Y al momento ya me hicieron pasar, desnuda de cintura para arriba al mamógrafo en donde tus pechos se convierten en materia espachurrable para un lado y para otro. ¿En que momento lo hice? no lo sé, no soy consciente de haber dicho nada que humanamente fuera desacertado, pero me encontré con una teta al aire y esperando ser aprisionada por la máquina y aquella mujer que con los ojos en blanco me estaba contando su vida en un momento en que yo intentaba llamar su atención sobre la forma de colocar mi seno sobre el aparato, pasar a la otra mama y salir disparada a digestivo. Inútil intento, ella siguió ajena entrando en los vericuetos de su mente, vida y milagros. Creí que no sería buena cosa llevarle la contraria por aquello de mi exposición mamaria y su integridad. Conseguí gracias a una visita que el proceso volviera a sus derroteros de normalidad sanitaria y operativa. Salí de allí corriendo, zigzagueando entre los pasillos y preparada para tragarme lo que hiciera falta y me echasen.

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