jueves, 24 de mayo de 2012

Cita Express

El calor nocturno aprieta la ciudad asfáltica, apenas refrescada desde camiones cisterna que provocan un olor a verano húmedo y ardoroso. El céntrico lugar donde han quedado, ella a su encuentro. Un taxi, prisas, desconocidos.

Baja del taxi y encuentra un hombre joven, alto y moreno, con gafas y cierto andar extraño que la llama por su nick. Ella pronuncia el de él, mientras es conducida a un edificio indescriptible. Recovecos y pasillos hasta un ascensor en el que él la atrae hacia si. Olor a perfume masculino en cantidades industriales la está mareando. Siente un bulto enorme mientras formula un clásico ¿llevas pistola o es que te alegras de verme? Risas, una planta de destino, puertas abiertas de ascensor. El la sujeta con un brazo, mientras abre la puerta de entrada a un despacho diminuto y de decoración anticuada. Coloca una pistola, en efecto, sobre el escritorio. Muebles sin gusto, apenas escritorio, silla, un sofá y un espejo. Otra puerta que él abre. Una cama un espejo arriba del techo y el espejo del despacho que es un cristal diáfano desde este otro lado. Otra puerta, un baño.

Se lanzan sin preámbulos sobre la cama, soltándose la ropa. Su enorme pene está durísimo. Viagra, sin duda. Ella no consigue excitarse. El olor del perfume apesta de forma casi nauseabunda mientras sólo es penetrada, follada y follada sin delicadeza alguna. Una y otra vez, incansablemente, una posición, luego otra, hasta que ya hastiada se siente un objeto, un agujero, y sólo quiere acabar el juego que ya le harta y hastía. El sigue excitado, infatigable, la cama se rompe con sus embestidas y ella decide que ya es hora de marcharse mientras amanece.

Una ducha juntos y le dice que es guardaespaldas, que quiere volver a verla, que tiene un hijo y está separado, que le encantan su coño y sus tetas.

Y a pesar de la ducha aún sigue sintiendo aquel perfume asfixiante intoxicando su piel durante el trayecto de vuelta. Hasta nunca.

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