Es evidente, ante mi piel no escapa,
el suceso patente de la huída apresurada
de ojos forzados desviando la mirada,
el gesto distraído disimulando otros pensamientos,
el aire azotado para agitar los elementos
mientras de pensamientos ocultos soy consciente
y de aquellos remotos que te ocultas y me niegas,
de la infelicidad grabada a cuchillo sobre
tu frente, vencida, en un semblante triste,
el reconocimiento de la humanidad
y derrotada en cualquier absurda jugada del destino.
Conscientes de que
inconscientemente reconocidos
de nada nos conocemos aunque jugamos el juego
de la posible comprensión a través de experiencias
propias y empáticamente compartidas,
Cada uno un mundo, una historia en miles de historias,
cada uno en lo suyo a lo suyo
y mientras tanto perseguimos una comunión comunitaria
de palabras sacras que nos unen
y, de hecho, casi siempre lo conseguimos
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