sábado, 19 de mayo de 2012

El Amor en Tiempos de la Colérica

Es un hombre nervioso, cansado, mucho más fatigado de lo que es consciente. Las arrugas de la preocupación y el genio surcan su frente, seguidas de cejas casi despobladas sobre ojos vivos e inquietos, un rostro delgado y algo rubicundo, no por un aspecto saludable, más bien por la la luz a veces iracunda de los luchadores que han de combatir la locura, la mediocridad y la limitación, un día sí y todos los demás también.

El ama su trabajo, sabe desde su experiencia y estudios que hay un camino inaudito, inaudible, incluso que es casi mejor que sea silenciado. Me muestra documentos, imágenes, conclusiones, razones expone, acalla la rabia y, humilde, continúa investigando humanamente, razonada y razonablemente, huyendo del dominio, monopolio y adocenamiento de la industria tentadora, maipuladora y farmacéutica.

La supeditación a un sistema que coarta y corta razones, ceñida a presupuestos y resultados económicos, los pacientes convertidos en estadística, inhumanas pretensiones reñidas con salud, Medicina e investigación. Pionero aislado en contacto con la asociación de Celiacos Madrid, en estrecha colaboración y arduo trabajo, día a día, paciente a paciente. Soportando perdidas de archivos, sistemas informáticos lentos y pesados en protocolos irracionales. 

El médico, el que cura o mitiga el dolor, propone una salida de los carriles habituales y del círculo vicioso: medicación de por vida o salud mental, hasta ahora los itinerarios a seguir en los tratamientos de Fibromialgia. No, no es ninguno de los anteriores, y sí, existen otras soluciones y están en formas mucho más humanas, más simples pero no menos complejas. 

Existe la esperanza, lejos de la cólera, y la esperanza es amor, amor al trabajo, a encontrar soluciones para seguir siendo humanos y tener una vida digna de tal calidad.

Gracias por su amor, su trabajo y dedicación, algo inusual en los tiempos de la cólera, el recorte y la siniestra usurpación privatizada.

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