miércoles, 9 de mayo de 2012

Día de Autos

Mientras bajo las escaleras con una mano sujetándome la nuca, intento recordar detalles inconexos en los que quizá debería haberme fijado para encontrar pistas, una explicación o buscar la señal de que fue lo que dejó de funcionar en algún momento y en cuál, cuando yo, hasta hace un momento, vivía como usted, cuando era un ciudadano como otro cualquiera, ajeno al entorno, seguro de sus ideas y opiniones libres, expuestas y debatidas inocente y tranquilamente.


En la vorágine de cualquier día ordinario, un día corriente, aquella mañana intenté hacer un par de llamadas desde mi móvil sin conseguirlo por un problema en la red. No le dí mayor importancia, incluso pensé que mi dispositivo necesitaba ser reseteado, el viejo truco de todo informático: apagar y encender. El correo iba lento y dió algún fallo, incluso perdí un correo pero no demasiado importante.


Los corrillos a mi alrededor se formaban y volvían a mezclar para denotar quién sabía más y manejaba más información. Nunca me interesaron esos alardes y demarcaciones territoriales que pretenden justificar el ser por la postura, las explicaciones y el público mediante.


Sólo me acerqué a dar mi apoyo y solidaridad, en una naturalidad inconsciente de cada gesto, cada paso y acción.


Salí del trabajo y mientras intentaba mandar un mensaje de nuevo el error, la demora y el rechazo de una acción ordinaria que solía llevar a cabo en segundos y de forma casi inconsciente.


He llegado a casa, el buzón está abierto, un gamberro, pienso con indignación, pero antes de llegar al rellano cuatro hombres extraños me rodena y esposan. No es como en las películas. No preguntan, ni siquiera han dicho mi nombre, no me acusan, no gritan, tampoco responden a mis preguntas que resuenan absurdas y chocan en las paredes con un sonido estrepitoso de catástrofe.


Sólo esa mano sujeta mi nuca para que mire hacia abajo, escalón a escalón. No sé que pasa. Sólo sé que algo no va a volver a ser igual nunca más mientras intento hilvanar, recordar, repasar o comprender cada, todos y cualquiera, por pequeño que sea, de los detalles extraños que sucedieron el insospechado día de autos.

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