Me quería, siempre lo hizo, a su manera, claro.
Me rodeaba con sus brazos y, desafiando al mundo, decía: "eres mía".
Arrebatador, aquel rapto de todos mis sentidos y persona que me otorgaba una dimensión única, un orgullo de hembra, aunque inconscientemente algo en el fondo de mi mente saltaba y ponía en funcionamiento un sistema de alerta límbica en la delgada línea que separa el dolor del placer, el amor del odio, la vida de la muerte., pero en sus brazos olvidaba.
Algo inexplicable me ocurría, sólo sabía que era él, sin explicaciones, sin razonamientos posibles, algo animal: instinto y olfato, buscaba su rastro en el aire, en el hueco de la cama, en el color de las plantas que regaba, en el recuerdo de como mi cuerpo adquiría dimensiones desconocidas cuando el suyo abría caminos inexplorados en él. Suya, yo sólo podía ser suya, no importaba que no me dedicase una caricia dulce, una mirada de cariño, un poco más de tiempo, ya lo haría.
El volverá a tratarme con esa pasión que yo sé que tiene, no importa que a veces haya sobresaltos o alguna bofetada, me quiere, sólo es que está cansado, demasiado estrés, los problemas, pero sé que acabará volviendo el amor, ese que todo lo perdona, como yo le perdono.
Ya no salgo a la calle, ni siquiera hay comida, y él sólo vuelve a dormir y a veces ¿o es siempre? me da puñetazos, patadas mientras me insulta. Sólo espero que no se acerque, que se vaya, pero también vivo pendiente de cuando va a volver y aunque no sé porqué empieza todo otra vez sólo quisiera hacerme pequeña e inadvertida, poder desaparecer.
Hoy no se ha ido y mientras me viola, me sigue pegando sin parar. He intentado apartarme y he tropezado con la mesilla, me he golpeado la sien. Contengo la respiración mientras una charco de sangre caliente se entiende bajo mi cabeza, duele tanto, todo duele, el cuerpo, el corazón, el vientre, las manos, los ojos hinchados de llanto y golpes, las cicatrices y los moratones, la vida es una náusea permanente que se clava en cada respiración, pero ahora no respiro, inmóvil me he quedado en el suelo según he caído. Como loco ha empezado a andar de un lado a otro, mientras sigue gritando y rompiendo todo a su paso, sé que puede ser el fin de mi vida, quizá es lo que quiero que todo acabe y por eso no respiro. Un portazo.
No ha vuelto hoy ni tampoco ayer, pero no puedo irme ni moverme. El teléfono suena ¿Y si es él? Debo cogerlo o quizá no, vuelve a sonar, cuatro, cinco veces. Si intento arrastrarme podría volver, ¿y si no se ha ido y me vigila? Tiro del cable, y escucho que llaman de la comisaría y preguntan por familiares de ....
Se le han encontrado flotando en el Manzanares.
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