La felicidad aparece un día, sin avisar
Furtiva cazadora de sonrisas
Aventando cielos azules y promesas de trigos.
Incierta como el paso de un niño que comienza andar
o discreta y sabia como un anciano.
Ya todo está bien, como siempre debió estarlo
sólo ha sido una pesadilla,
un episodio aislado,
años rotos y feroz aprendizaje.
Pero sabes de las abiertas heridas
dónde aun rugen galernas bufadoras
que amenazan con arrastrarte al fondo,
de vivos infiernos que siempre cobran su precio
alejándote del común de los mortales,
aquellos que ni siquiera los sospechan.
Tumbas de sagrados altares donde sacrificar
una y otra vez, sin comprensión posible,
hasta la dignidad de levantarse y seguir,
cuando es lo única que queda.
Demasiado duro para ser cierto,
demasiado tiempo,
demasiado silencio para romperlo,
y quizá todo demasiado increíble para contarlo
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