sábado, 19 de mayo de 2012

Tirano

Todas aquellas experiencias de mi "inconsciente" colectivo vinieron a dar en la misma piedra tropezada tantas veces.

Quizá mi sóla intención era repetir el experimento y corroborar la sinrazón que emana de la pública concurrencia, tan capaz de provocar serias catástrofes humanas que abarcan desde la religión hasta la política o la monarquía, contemplando todos los registros de la credulidad y la usurpación del propio pensamiento. Si bien también esa credulidad me llevó a veces a intentar denodadamente el llamado bien común, la Justicia, la razón de alcanzarla y otorgar la capacidad del pensamiento a la Humanidad, sie hubiera sido capaz de liberarse en aquella sencilla lógica que convertía los absolutos en asequibles motivos comunes.

Tuve periodos de actividad desaforada a los que sucedían a otros de mera observación casi pasiva, una lejana perspectiva donde parapetarse y observar oculta, desapercibidamente.

Poco a poco, el camino se perfiló aún sin una clara ambición de poder, pero sí el absoluto convencimiento de la razón, de tenerla, de estar en el camino que otros jamás encuentran, de ser la acción a emprender y seguir cuando otros no saben el cómo, el dónde ni el porqué. Sólo el ahora.

Pero en el camino largo, mucho más tortuoso de hubiera podido aventurar jamás, también contemplé lados oscuros en mi interior que obligaban por el bien, siempre el bien común, a mi tiranía y a la ausencia de toda escucha de aquellos otros razonamientos más pobres, menos dignos, fallidos sin duda, erróneos por completo. También la lucha, los colmillos y dentelladas de los que merodean en busca de medrar desde su pobreza espiritual.

El pueblo, las masas, no son capaces de pensar, sólo de equivocarse, de provocar su propio sufrimiento y dolor, caer en el error por la fatalidad de su infantil conducta provocada por el ansia de posesión siempre insatisfecha, la envidia, la comparación constante, esa total falta de principios solidarios sobre la que no se puede dejar el juguete de la libertad y la sagrada e imposible anarquía en las manos que lo acabarán rompiendo.

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