Entre pozos de soledad, esquivo
brazos desnudos que aclaman,
adulando oídos emputecidos de alma
a bocas llenas e indiscriminados ósculos
ocultando llamas, naufragios y gritos.
Repliego líneas, recojo velas, entierro
cadáveres perezosos que no quiero
seguir arrastrando. Desnudo, depuro
y contemplo la única certeza del pensamiento,
ansío que no cese en mi mente, que no pare
en la calma. Los ojos que miran sin alcanzar
a ver, pretendiendo omnipresencias
y exigen la omnipotencia de mi mirada,
cuando prefiero ser a estar
y sólo seguir siéndome fiel
sin baños en dudas inopinadas,
enajenadas menudencias pretenciosas
desde la búsqueda de paraísos pormenores,
hasta universos enredados para su expansión
aparentada donde nada existe
en humores faltos de imaginación.
Apuro el silencio para encontrarte
sin palabras cuando lo aparente ya no es
ni tampoco está
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