He ido despedazando lo que queda de mí,
sujetando mis prejuicios los sorteo,
dudando de mi experiencia
ahora que llegan tiempos más duros
donde nada sirve de asiento,
y aun menos de sostén, guía o veleta.
La oscuridad se cierne desde el magma de las dudas
y si pensé ser, ahora sólo confieso: ¿habré sido?
Todo espejismo del pensamiento del ser que
creí mi yo continuo, cuánto atrevimiento
pensarse un ser desarrollado,
sostenido y colgante del prisma de una evolución
sosegada y constante,
tan imposible efecto bajo la continuidad de lo conocido,
cuando ya nada vale y sólo atisbo el roto en la cortina
tras la que nada existe a este lado ni al otro,
y no sostengo, cuelgo, sino el asalto
regular y rítmico de todas las incertidumbres en cada error
que tomé como certeza en otro tiempo.
Es el momento del desnudo, del mono que cae del árbol
expulsado del paraíso de su propio ideal, de su propia razón,
para encontrar a Medusa en su propia naturaleza
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