En la pared rugosa se estrella la luz eléctrica, una mesa, cuatro patas, y también una silla. El calor percute en cada respiración, el ventilador apenas consigue mover un aire cansado y espeso.
Otro año se repiten halagos, parabienes, inciensos, cortesías pero también miradas de reojo, silencios y cotilleos, informaciones privilegiadas que sortean intimidades entre escollos y tentaciones de ostentar la intimidad ajena como bandera enarbolada o cuchillo blandido. La plaza atestada de gentío, un microcosmos donde se pasa lista y se pone falta en el censo moral de la tradición, aquel del que nadie habrá de osar escaparse. Algunas mujeres se dedican a tal labor probablemente de forma hereditaria. La ausencia de vida propia hace que se adueñen de las demás de la forma que crean más provechosa. Su vida es perfecta, tanto como para poder permanecer en su atalaya vigilando. Todo controlado, lo de dentro y lo de fuera.
Aparentar es lo que importa, que se está encantado, feliz, que uno se ríe más que nadie, que es más rico y delgado que los demás, que su pareja es una media naranja perfecta y clonada de si mismo. Los hijos serán potentados en ciernes, por supuesto. El coche es un elemento importante en la escala social de valores, y por supuesto la ropa y los complementos, eso sin mencionar la ingesta alcoholica que habrá de ser generosa, pagar rondas sin torcer el gesto, o exorbitada dependiendo de la hora.
Saludar a cualquiera es abrir una compuerta imparable de hechos y sucesos sin fin, la moderación y la modestia, el hábito del anonimato no existe, todos pretenden estirar su ombligo a base de monólogo. Aquellas especialistas de pasar listas son capaces de convertir sus desavenencias en impúdico gore durante horas y narrarlas a cambio de un triste "Hola" sin otras pretensiones.
Salí bajo un sol de Justicia, ella esperaba bajo la única sombra de toda la explanada, saludé automáticamente y prevenida la seguí de reojo, había conseguido evitarla todos los días anteriores, pero no vi el obstáculo. Tropecé con las piedras de afilados cortes y caí.
Me había tendido una emboscada. Nadie escapa impune en su anonimato
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