Sobre como abarcar el cielo sin besar el suelo,
sobre como arrancarle al espacio el interrogante
que corta la respiración,
a cada instante que late en las sienes y
la adrenalina que bombea, la voz que aguanta detrás
de la angustia en la pupila dilatada que todo lo ha de ver
mientras enraíza, en ocultos archivos de la memoria,
el miedo perenne del héroe ante las soledades
del tiempo y el espacio en eternas
emboscadas del cansancio.
Un fallo, simplemente ser humano,
mortal espada que cercena al cuello puesta,
y la traición de los días que van alargando las noches
de incesantes y coreografiados procedimientos,
a una nueva consecución de la vida trabajada a fuerza de previsión
y ser resolución de todo conflicto antes de que suceda.
La incertidumbre como fiel compañera
del imprevisto por venir, desde el miedo que esconde la médula
y la cuenta atrás de los días que quedan aún,
las dudas sobre la propia naturaleza y mantener sujeta la fragilidad
para que ni la edad ni el factor humano traicionen.
De guante blanco agraviados, torres más altas
han de caer, moneda de alto precio y cambio
con la que vender barato un sospechoso interés.
Dónde la mentira asalta en medio de la feria de vanidades del poder
para alimentar las iras de públicas opiniones manipuladas
y denostar de convenientemente adaptadas informaciones,
la lapidación servida de peligro e ignorancia.
Y si la fortuna te fue propicia, nadie habla ya del alto precio
que ha sido obligatorio pagar.
Lanzados unos contra otros al concierto político del desconcierto,
acumulando crisis para acrecentar la pira
y la hoguera del orgullo de los ejecutores/gestores,
comparando la ofensa de lo que es justo
contrapuesto a la injusticia como norma.
El interés en la extrema torpeza como procedimiento
para desviar rutas y alcanzar oscuros destinos,
no duda en lanzar bombas de humo a diestro y siniestro
y avanzar por el camino de la discordia
aunque sacrifique, a toda costa,
la ofrenda responsable a la Seguridad
y, un clásico, usar al mayordomo de sicario
sobre como arrancarle al espacio el interrogante
que corta la respiración,
a cada instante que late en las sienes y
la adrenalina que bombea, la voz que aguanta detrás
de la angustia en la pupila dilatada que todo lo ha de ver
mientras enraíza, en ocultos archivos de la memoria,
el miedo perenne del héroe ante las soledades
del tiempo y el espacio en eternas
emboscadas del cansancio.
Un fallo, simplemente ser humano,
mortal espada que cercena al cuello puesta,
y la traición de los días que van alargando las noches
de incesantes y coreografiados procedimientos,
a una nueva consecución de la vida trabajada a fuerza de previsión
y ser resolución de todo conflicto antes de que suceda.
La incertidumbre como fiel compañera
del imprevisto por venir, desde el miedo que esconde la médula
y la cuenta atrás de los días que quedan aún,
las dudas sobre la propia naturaleza y mantener sujeta la fragilidad
para que ni la edad ni el factor humano traicionen.
De guante blanco agraviados, torres más altas
han de caer, moneda de alto precio y cambio
con la que vender barato un sospechoso interés.
Dónde la mentira asalta en medio de la feria de vanidades del poder
para alimentar las iras de públicas opiniones manipuladas
y denostar de convenientemente adaptadas informaciones,
la lapidación servida de peligro e ignorancia.
Y si la fortuna te fue propicia, nadie habla ya del alto precio
que ha sido obligatorio pagar.
Lanzados unos contra otros al concierto político del desconcierto,
acumulando crisis para acrecentar la pira
y la hoguera del orgullo de los ejecutores/gestores,
comparando la ofensa de lo que es justo
contrapuesto a la injusticia como norma.
El interés en la extrema torpeza como procedimiento
para desviar rutas y alcanzar oscuros destinos,
no duda en lanzar bombas de humo a diestro y siniestro
y avanzar por el camino de la discordia
aunque sacrifique, a toda costa,
la ofrenda responsable a la Seguridad
y, un clásico, usar al mayordomo de sicario
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