miércoles, 6 de junio de 2012

El Fondo de la Cuestión

Los segundo se han paralizado, calmado, en esta loca mañana en un catarro pasado de vueltas y  un  obsesiva cronometraje en el que atrapar toda e infinita perfección musical para coreografiarla y aferrarme a un sentido.

Se preguntaban si no tenía vida, y no encuentre dónde empieza o acaba el error. Uno no posee nada en realidad, y menos eso que damos en decir vida propia, indebidamente apropiado, absurdo e infantil ego que enturbia el aire y favorece incomunicación, injusticia y eterna iniquidad desde la cortedad de miras.

Escribiendo aquel texto que no aparecía de inmediato, me invadía el desasosiego cada vez mayor que siempre acababa produciendo aquel efecto en el blanco de la pantalla.  No pocas envidias y miserias en los seres a mi alrededor rozaban mi alma con dardos envenenados, mientras una extraordinaria certeza impone la claridad de que ni siquiera saber lo que hay que hacer es garantía alguna de que acabe haciéndose, pero sí de que a mi alrededor se fraguasen amontonadamente, y una vez más, recelos y la baba envenenada que segregan mediocres miradas y comentarios capaces de matar cualquier acción y toda comprensión.

El olor del miedo ajeno se desprendía a mi paso como el polvo de un pesado y antiguo cortinaje, una inifinita trizteza y soledad me invadían hasta el viejo dolor tantas veces encontrado en el centro exacto de mi existencia.

Bajé las escaleras y percibí el vacío que rebotaba entre las paredes, un tiempo raro que ya no coincidía con ningún recuerdo anterior, la conciencia exacta de cuándo las cosas se han dejado morir y no queda más certeza de que el fin es lo siguiente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario