Políticos baratos para crisis caras, partidos de fútbol como temas de conversación, reuniones con cualquier excusa, una deuda pendiente que se intenta olvidar a la espera de que algún milagro ocurra antes de lo inexorable, otro día cualquiera frecuente en la vida ...
Cogió el teléfono en una tarde algo más fresca, una llamada intempestiva. Procedió al estricto protocolo, preguntar a quién le llama cómo está y cómo está también su familia. Pronto una vaga respuesta que suena a excusa, para pasar a lo inconcebible, alguién quiere vender algo en tiempos de crisis pero de crisis de fortunas, a ella que no tiene ya dónde caer muerta. Siempre amable contesta una respuesta que no compromete ni desmiente. Se han vuelto a equivocar o quizá debería ser más explicita: no tiene dinero, no tiene nada salvo deudas y preocupaciones ¿Es suficiente?
No, no lo es. Por segunda vez ella se rompe, el suelo cede bajo sus pies, la fortuna le ha explotado en la cara, las bambalinas del amor se han vencido. Días sin saber donde dormir, metidos en la furgoneta, comiendo alguna lata. Hace frío ¿Qué vendrá ahora?. En la salud y en la enfermedad, una enfermedad querer haber sido más que nadie, un error haber vivido como se vive abocado a ir por encima de las posibilidades, promesas y lunas, cegueras de amor y sueños arriesgados.
Duermen a la puerta de una iglesia nueva que tiene un cura nuevo, bancos e imágenes nuevos y ricos acabados. Todo es nuevo pero las palabras son viejas y gastadas, no dicen nada, sugieren vagas conexiones pero no solucionan nada, inútiles para comprender algo de todo lo que se ha venido encima.
Quizá en su interior más desesperado mira los arcos y volúmenes buscando el maná del cielo, un milagro y alguién que se apiade aunque no sea Dios.
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