Por el camino crujido de arena,
entre el crepitar de las hojas,
sentía los ojos cansados
borracha en ceguera de luces,
de amarillas sospechas vertidas
y extrañeza de árboles
con las calles perdidas de semáforos
rojos, entre los rojos coches que iluminan
el sendero tortuoso hasta alcanzar
llegar al destino y verdes
semáforos que mudan
su pronóstico sibilino
sobre una luz violeta que incita
a la palidez sobre rostros mortecinos.
Ya es tarde, ya es demasiado largo
el día, y sin embargo es de noche
desde hace demasiado tiempo
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