Las luces de faros sobre mojado,
eternamente abocados al consumo:
el mayor fracaso y error de nuestra especie,
capaz de vendernos, capaz de matarnos.
Ocupan el silencio villancicos extranjeros,
de sonidos tintineantes y presuntamente inocentes
que marcan la diferencia entre lo tradicional
y lo moderno, el ser y el haber sido,
puliendo diferencias
hasta hacer desaparecer el pasado.
No tengo sentido, no tengo voluntad,
no tengo explicación posible, no quiero ni soy consciente
y sin embargo me encuentro sumida y sobrepasada
otro año más, sin tiempo, sólo apresuramiento
para culminar preparativos
de fugaz esplendor y dudoso sentido.
Incensante, la lluvia todo lo cubre y anega
y una luna fantasmal se alza en medio de un cielo
de nubes apocalípticas y raudas, pero nadie mira,
nadie ve, el pronóstico reservado al parte meteorológico
es lo único que existe, no hay tiempo de ver
ni tiempo de mirar los presagios,
pronósticos enlatados, suertes echadas al azar de ser pobre.
Rico, pobre, toda nuestra existencia acotada
en dos terminos irreales, en dos terminos relativos
elevados al absoluto.
El hombre de la puerta sonríe,
la mujer de la puerta no puede sonreír,
mientras suena la megafonía cuya locución dice
que la humanidad avanza hacia este nuevo año 2010
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