De aquellos demonios,
compañeros fieles,
amigos afincados,
enemigos atrincherados,
escenario de mis días,
música infernal de fondo,
el cuchicheo y el veneno
destilados en un pequeño
cuarto de lámpara de quirófano
para diseccionar el odio
y dorarlo en píldoras.
Creí habían desistido
en aparente serenidad y
aceptación de mis sacrificios.
De la mella
en mis naves,
noches de zozobra,
y naufragados días,
la ventana abierta
el suelo acercándose
el sentido precipitándose
sobre el hueco,
volví a recibir visita,
blande imprevista la censura,
el miedo, la inseguridad, el abismo
de ser capaz o quedar incapacitada,
la opresión del pecho, lugar favorito
dónde se sientan y, agazapados
en la sombra,
cruzan el techo de la noche
que calculadamente arañan.
Lo nuevo, lo extraño, el comienzo,
el objetivo, el cambio, demasiado
para seguir pisando
un mundo conseguido,
alcanzado y fabricado
de imágenes y semejanzas,
previsiones antideslizantes
y al que siempre poder regresar
como refugio y punto de partida.
Seguro error dónde,
bufadores, nacen del mismo
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