viernes, 6 de julio de 2012

Desazón

Un vago desasosiego recorría aquel día al fondo, detrás de mi, hacia mi nuca. La tarde se había tornado gris y revuelta, con un aire escaso y fresco. El gris del cielo se mezclaba a pinceladas con la luz que se amortiguaba en el paso de las horas.

Aquel día hablé y mi lengua se tornó redonda e incontrolable, alguien me miró extrañado mientras mi irritación crecía. El círculo de formas es infranqueable y tampoco aquel día pude despachar lejos a tanto idiota. Las tonterías parecen ser cíclicas, sin solución posible, simplemente inevitables lo cual produce una terrible y conocida desazón: la carencia de esperanza en la Humanidad.

Un helicóptero debe haber pasado ¿O quizá fuera un tren? Vagamente recuerdo haber escuchado un ruido estrepitoso y pasajero.

Dicen que hay que cambiar todo ésto, indignarse pero de momento sólo he conseguido enfermar.

Siempre se me requirió lo que no era: pocos años de mayor, demasiados de joven, mujer cuando era hombre y al contrario. Pero yo sólo quería vivir, abocado a ser autosuficiente y sin embargo, aunque mi mente sabe y mis manos pueden no se me permite. Soy un infeliz, un desgraciado que vive en medio de la superabundancia y al que se le prohíbe vivir en un pedazo de tierra que cultivar, en una vida que vivir trabajando para uno mismo. No, el Estado no deja ser vivos a los hombres, ha de matarlos, lobos de lobos en traje y a golpe de impuesto, medias verdades y manipulados datos. Eternos infelices y esclavos inútiles en el paraíso del consumo más despiadado y feroz.

No puedo ya mirar siquiera a sus ojos cuando me clavan la fijeza y el dolor tan temprano, procuro disimular y sostengo con ligereza que esto pasará, pero sé que a pesar de haber pasado todas y cada una de la crisis en los últimos 60 años, ésta acabará conmigo porque ya se acabó con todo el respeto.

No hay respeto ni verdad, los poderes han acabado con ellos y sólo esperan nuestro óbolo para cobrar el siguiente.

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