La luna es,
como siempre,
la insolencia
del loco.
Sueño de llantos
aberrantes y
vuelta a perder el norte,
a pesar de conocer
cada paso premeditado
siempre queda el encuentro
en el centro del error.
Un bello día brilla
fantasmagórico
tras otra ventana,
mientras todas las jornadas
desaparecen ajenas
y, educadamente,
cada grito y contradicción
se contienen, y retenidos
regresan en contra
en un rompe y rasga
de cada papel, cada rol
que corre las cortinas
del silencio ahogado.
Indistintamente el día
de la noche, la vida
de la muerte
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