Herido el brillo,
desnuda la soledad
derrama soles y nubes,
infinitos anhelos
vierten pozos
de salobre piel
y la noche atrapada
de signos y estrellas
errantes y equívocas.
Ahogados llantos
en la otra orilla
donde nunca atisba
la mirada del hombre.
Agrandadas sombras,
inquietantes juegos
de sexo transgresor
y alcanzado de
previsibles límites
y tropezadas palabras.
Surcos en ojos
abismados
ante el vacío perfecto.
Abrazados
y rotos en cualquier
pedazo de papel
oculto, doblado
o casi borrado.
Fundir la piel
hipnotizada de latidos
en una corriente
que para la
respiración
y la mirada
en una mosca
posada sobre la pared
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