Segundos segados
siembro de nuevo,
silente tiempo
de poderosas garras,
en soledades de vivos que amarán
por siempre a sus muertos
bajo sombras cónicas envueltos,
regados de imperecedera ausencia.
Surco oceános y, allende,
intuyo un mañana
en cualquier otro tiempo
que no haya existido aun
en mis ojos quemados
y ciegos de estrellas
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