A estas "harturas" de la vida.
Aquí, seguía esperando el guiño de la fortuna esquiva que troque su mueca en sonrisa.
Uno cree ser único, especial y elegido para más altas cumbres y misiones, pero ésto se va pasando y dejando la dimensión rectangular de la tumba, lapidado en un profundo agotamiento.
La loca carrera de intentar cada día repetir el mismo error en la búsqueda, eterna y mortal, de completar un sentido, una entrega de sacrificado amor que no llega a ser más que inercia y temor, la vencida sin tercera, el estupor de la muerte al acabar de comprender la vida demasiado tarde.
Y allí me encontraba, bregando en enajenantes tareas, encontrando solución a embrollos y desidias, Teseo intrincado en laberintos sin la dicha de perecer ante el propio Minotauro sólo expuesta siempre a la mayor de la estupideces humanas, las jefaturas ignominiosas y los descalabros sin fin. El aliento de Júpiter en mis oídos ebrios de confianza para acabar siempre llegando al límite y sobrepasado éste una, mil, diez millones de veces, al fin rompía mi lealtad y ciega fe en la humana naturaleza, en la bondad infinita que habría de bendecir el sentido común y la paciencia, colmándolos de dones y parabienes. No, siempre acababa todo aquello tocado de una cobardía inepta embozada en una ramplona astucia.
Fagocito mi vida, devoro los segundos para producir más, para que el esfuerzo desbroce y allane el camino a transitar, para que algún día todo ésto sea suficiente. Pero nunca basta y nunca parará hasta devorarme por completo.
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