Cada cual fue sacando su propia naturaleza. Así, sin corrección ni explicacíón posibles.
La ferocidad del ego ensalzado y el encumbramiento del ocio como producto de estos tiempos, por encima de la especie, la protección a las crías, el trabajo y la supervivencia eran espectáculo diario. Hijos atendidos en lo que el dinero pueda dar, pero a los que nunca se dedicó tiempo ni esfuerzo. Ocio y una eterna huida para evitar mirarse unos a otros, menos aún conocerse, algo realmente antihigiénico.
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