Vivía una monótona rutina acrecentada por el calor y la reiteración, cuando él llamó e informó de que había traído un amiguita.
Llegué y la descubrí en su pequeña piel oscura de todos los colores de la tormenta, acompañada por la interrogación de su rabo oscilante y detrás de la inquisitiva inocencia de sus ojos nuevos al mundo.
Y comencé de nuevo a desplegar el instinto protector y los cuidados amorosos. El vago recuerdo de que alguien me necesita y se alegrará de verme cada día.
Ella sólo se llama Miau y me reta a entablar un diálogo imposible, un entendimiento más allá de instintos, un juego infinito en donde el mundo entero es un juguete y ella adora que asista como madre adoptada por su felina majestad al espectáculo de su poder.
No hay comentarios:
Publicar un comentario