Ahora el mundo está dormido, luego creerá haber despertado.
Todos pensarán que este ahora es el único posible, mientras las incógnitas aumentan irresolubles en cada nueva variable.
Los hemisferios atraviesan su propia planicie de carencias y dudas.
Deseos imposibles y certezas absolutas demasiado tardías. Calla el dolor cada vez más insoportable de ser vivo, mientras el juego continúa entre disfraces y justificaciones.
El hemisferio vivo trabaja y encuentra su lugar en el mundo de lo establecido entre normas en las que apenas cabe disimular ese ahora en que unos son viejos, mientras ella suple con resolución despistes e incoherencias en la certeza de que el tiempo pasará por y para todos inexorable y cuando el ahora haya perdido por completo la razón de ser y ya estará vencida.
Cabe mantener una fría eficacia, mientras miradas mudas resbalan por su piel aún tersa y apenas presta atención a esas torpes muestras de desatino y gastadas represiones. También es consciente de la declarada o fingida torpeza a su alrededor, nunca queda claro si se trata de la necesidad de unos u otros de ser atendidos o de una simple demanda de atención.
Guarda otro simétrico hemisferio, una certeza de muerte rodeada de una vida eternizada que tiende a cero, de pesarosa y torpeza de solemnidad por escapar de las garras de lo adverso y previsible. Huye de risas prefabricadas, etiquetados sueños y viajes sin sorpresas. Hunde el casco de pesados buques que no supieron maniobrar en tiempo y forma suficientes. Y pese a que en algún momento atisbó un resquicio de admiración, ya no queda piedad dónde nadie la puso.
Franquea espacios gastados en los que el tiempo ha comenzado a retroceder, y lo sabe porque siente un pliegue retorcido aferrado a un costado día y noche porque ha comenzado ya la implosión.
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