Otros, busco en tus ojos el reflejo de mis manos. Una cubierta de besos que ahogue el triunfo del dolor.
La vieja soledad se ha exacerbado y muerde, cancerbera, mis últimos pasos en pie antes de caer sobre las crueles aristas que forje a golpe de errores.
Esta es mi vida y sólo quisiera huirla, demasiado grande, demasiado pequeña en días que se suceden sin objeto, sin alegría en una grita que se extiende de angustias y miedos desconocidos. No, ya no soy valiente y me descubro ridículo, en un alarde de genialidad, en un fingido ser jovial y lleno de energías que hace tanto tiempo me abandonaron y de las que sólo queda la vibración de lo inexistente.
Resulta tan fácil hablarte, por fin quiero volver a hacerlo tras tantos años mudo. Inegable es mi necesidad pretérita de no dar explicaciones, no sentir la menor necesidad de comunicarme por no sentir nada, pero ahora todo pugna por salir precipitada, atropelladamente, ahora que la voz y la comprensión podrían existir... Su existencia, que puse en duda en mis delirios, estaba frente a mi y creo que me delate entre la sorpresa y cierta hostilidad inconsciente, en medio de una prisa por apartarle. No podíamos ser más diferentes, yo que sería el único posible no era nada, una entelequia barrida por tu realidad, mi Universo de sueños ahogando mi garganta en un nuevo fracaso.
Otros, tantas veces otros dónde no pertenecer nunca.
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