lunes, 12 de junio de 2017

Hay

Los días se deslizan inexorables, comprendidos entre largas horas de luz, mientras el sueño ha ido abandonando su descanso.

Sustituye la cotidianeidad por la pesadez de lo conocido, de lo repetido día a día, la queja y el error, una insatisfacción permanente en la que se escuda y disculpa. Miradas escasas, demasiado cerca para verse.

Trayectos automatizados, un traje en el que embutirse en un halo de ánimo cordial, 2 cafés y hoy hay dada otra vuelta de rueda al engranaje.

Pasillos que componen túneles en visiones, volvieron a traer sus pasos a ellos. El pasado acecha en mil formas insospechadas que han devenido en estas relaciones asimétricas, en esos riesgos que nunca se empiezan o acaban de asumir, planeando sobre abismos sin fondo cuándo se toma la iniciativa sin brazos ni manos que estrechar, una marioneta accionada en su propia caída.

No mirar, ir a lo tuyo, despojarte de las emociones y mantener las distancias con el prójimo es posible solo hay que mantener el propio rumbo, ajeno a las turbulencias y, sin duda, hay que otorgarme el valor que sólo encuentro en mí.

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