Los tres hablan de cualquier cosa, pero todos callan sus pensamientos. Una vibración contenida sostiene las barreras del decoro, ya nunca volveremos a ser libres de follar como perros, aquí y ahora. El tiempo exhala un halo de dignidad y respeto en el que parapetarse dentro de la convención que hemos forjado sin llegar a formularla en voz alta.
Eran amantes, complejo de explicar en esas rivalidades de machos rodeados de hembras ávidas por alimentarse de sus egos. Ella creyó arrebatármelo, mientras yo creí encontrar en él una forma de llegar a su amigo sin saber que era su amante. Todo era oculto, confuso desde la crédula juventud que todo lo podrá y más desde ese amor creído de su capacidad de cambiar las cosas. Acabas aprendiendo a no interferir, aún en la duda de si hay que provocar a los dioses en juegos de palabras o aprovechar el instante apostando tu tiempo a sus pies. Al menos ahora mantengo cierta calma, más paciencia y no me llamo a engaño ¿o sí?
Este es el maldito juego que nunca se aprende a jugar, porque somos inaprensibles, incomprensibles.
Aún recordaré el último piso bajo los rayos de una adelantada primavera, mi corazón latiendo aterrorizado en una dolorosa respiración contenida para aquietarlo. Mi carta desnudando torpes e ingenuas declaraciones a la espera de sus intenciones que eran ninguna, y como la muerte zanjó seca su voz cantante a pesar de que yo siempre me equivoqué en llevarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario