lunes, 30 de octubre de 2017

Acuciante

Vago como un animal encerrado que sabe que afuera tampoco encontrará libertad.

Acciones mecánicas, rituales medidos, sus ojos siempre al otro lado escudriñando desde la barrera de su barba.

No hay solución mientras contemplo números y horas cambiantes detrás de una foto borrosa, y lanzo sondas a la nada infinita que me rodea y me oprime la conciencia del todo cuando aparto mi atención para contemplar el cementerio de coches en que se ha convertido mi vida.

Un proceso diario de creación y destrucción, una oda permanente a la mutabilidad y el absurdo sentido con que fraguo un pasado continuo mientras procuro olvidarlo.

A mi alrededor viejos y alcohólicos se contradicen quejosamente, la belleza no es capaz de apartar el horror de los años de criaturas atrapadas en la ignorancia embrutecida de las drogas que diluyen sus incipientes hormonas.

El vacío de un pecho sobre el que llorar y sentir por primera vez, tal vez la única.

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