Vivir juntos: la mejor forma para dejar de verse, tan cerca que los ojos no necesitan buscarse más y ni siquiera verse, apenas intuirse en el ruido de lo cotidiano, en algún comentario que acaba en malentendido o nada. Diluirse en el aire que llamamos hogar, presencias acostumbradas en un sillón, un dorso y la espalda a la que abrazarse a veces y siempre sin pensar.
Ojos que miran hacia adelante sin ver y escapan de lo cotidiano, anhelando otro momento que siempre escapa. Inconfesados pensamientos transparentan entre la piel y el sudor de largos días de vida sin sentido ni rumbo. Compradores de casas y acumuladores de bastiones familiares se confunden con eternos bebedores malditos que conservan sus hígados en un paté de eterna y repetitiva juventud. Opiniones, todos lanzan opiniones y anécdotas que fingen de interés común por ser escuchados.
Las alarmas saltan todas las mañanas, cada día, el primer pensamiento es para ese futuro esquivo que pinta más negro aún que la noche que rodea el primer contacto con el mundo.
Cualquier ciudad recibe otro trazo de su consabida visita entre la distracción y la búsqueda de alguna nueva noticia capaz de cambiar el destino, el mundo o la simple rutina. Da igual dónde, quizá hoy tampoco sea el día.
El inicio de tu post es demoledor: vivir junto como la mejor manera de dejar de verse. Mirar sin ver, oir sin escuchar. Rutina y rutina.
ResponderEliminarUn abrazo