Fue hoy, distraídamente, cuando volví a pasar y recordé que allí había estado. Aquella inquietud, los latidos temerosos de lo que iba a suceder o de lo que no sucedería nunca. La interrogación nuevamente a flor de piel y una emoción embargada de la nostalgia de lo perdido, de los sueños que se remiendan y tiñen para que sean nuevos o, simplemente, para que sigan siendo.
Nunca te conté que lloré tras aquel primer encuentro, que eché de menos ternura y comprensión, un abrazo sostenido en el alcanzar un instante de comprensión. No, yo nunca sería más que otro instrumento en tu búsqueda, una caja de resonancia dónde tocar tu viejo repertorio.
Tantas veces me entregué a un celo sin horizontes, un ciego empeño donde distraer la certeza de la muerte sorda y descarnada, alejarme de la vejez que persigue mis sienes, del aliento que falta en mitad de mi corazón dolorido.
Otras, la rabia soplo mis velas y puse mi orgullo como distancia, supe que lo que quería que hubiese sólo estaba en mi y nunca existió más allá.
No podemos dar esquinazo a los sentimientos. Es más, me atrevería a decir que no debemos darles esquinazo.
ResponderEliminarEntre nostalgias y sueños hemos de vivir y convivir. Un abrazo.
Todo se reduce a un sueño…
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