lunes, 12 de marzo de 2018

Epílogo

Vuelve a adueñarse del recinto el silencio de la monotonía, lo previsible de la vuelta al pasado, un epílogo de nubes sin claros.

Bajo una fría lluvia, se borra cada trazo de las tizas de colores que dibujaron torpemente sortilegios y deseos, plegarias y jeroglíficos en sus ojos y manos de distancias acortadas que retaron la conveniencia.

La locura que desató se aquieta y vuelven la indiferencia y el olvido, el traje usado tantas veces que ha mudado en una piel propia con la que dejar de sentir.

La realidad inexorable hace que se deslicen las convicciones sostenidas como dogma y el futuro se muestra de nuevo predecible y nuevamente colocado en un lugar suficiente como para ir siempre en pos de él, y a la distancia conveniente para que nunca se alcance.

Promesas de campaña electoral agitan sus alas y rugidos sobre posados y robados, pancartas que admirar y acciones en redes sociales para convencernos de quién somos y qué hacemos para reanudarnos en el tejido que nos permitirá seguir siendo. La vejez a la que se vuelve la cara para no verla.

La confusión y la estafa como norma, nunca más será necesario ser coherente sólo ser capaz de soportar el atasco de un nuevo accidente cada día, otra huelga para un nuevo derecho usurpado, y componer un cuerpo maltrecho que alinea su propio centro del dolor en un eje retorcido y frágil antes de ir desapareciendo.

Por favor, que al menos legalicen el suicidio asistido.


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