jueves, 3 de mayo de 2012

Curso

Marzo comenzó y apenas quince días bastaron para volver a fumar, tras unos meses de haber conseguido dejarlo para siempre, como siempre.

Inmersa en el curso, una oportunidad, un tren que pasa y hay que coger, lleve adónde lleve, incluso a ninguna parte. Pero el viaje no es ese, el viaje interior es donde el reto comienza en uno mismo hacia uno mismo. La dificultad estriba en su escasa autoestima, los vapuleos y avatares de la vida, una edad que nunca corresponde al resto del grupo, su forma de vida y escaso tiempo. 

Pero sigue, las horas de estudio se roban al sueño, los apuntes acompañan sus trayectos de ida y vuelta, las esperas y demoras, cualquier intervalo. Las preguntas, necesita preguntar porque necesita saber, comprender y conocer. 

Su vida ha dado un vuelco, el mundo previsible donde lleva tantos años pisando segura ya no existe. Pero al menos sigue aquel vínculo escaso, lejano pero único que mantiene su centro más íntimo en una conexión de sexo y comunicación casi sarisfechamente compartidos. El sexo oral, escrito, vibrado y sentido, imaginado y practicado, buscado y provocado, susurrado y rugido en la pasión. Escaso, lejano pero único. Un regalo de los dioses.

Los exámenes suceden sus días, intercalados entre horas interminables de clase que apenas dejan tiempo para estudiar. Intercambian correos ardientes, confesiones íntimas que abren caminos inexplorados pues nadie nunca supo tanto de ella, ni siquiera ella misma se había conocido así. Pero en el fondo sabe bien que es ella la que se da, la que se entrega una y otra vez, y maneja el timón de su imaginación. Siempre acaba sintiendo una inmediata y contenida necesidad de más, de todo, que provoca una leve decepción, el regusto en los labios de que no es suficiente. 

Y él también lo sabe en el sabor de sus besos en la despedida, cuando abre el correo y lee cada frase entre líneas, reproches mudos que él mismo se hace, pero es demasiado trabajo, demasiada entrega y dedicación, el miedo de perder la forma por el fondo, exige tanto que no puede encontrarlo en su interior. Y pergeña la despedida sin despedida, los encuentros asépticos en donde la emoción se evitará, sólo palabras validas pero también dentro de circunloquios donde evitará atravesar los terrenos de la piel, menos aún rozar los del alma desnuda. 

Ella estudia y estudia, la rutina se rompe con sus correos, a veces alguna llamada suya, quizá ya está acabando abril, otro año más, cuando abre en la pantalla su "carta", carta envenenada. Se siente rechazada, no comprende que es eso de compartir sin darlo todo, excusas, sólo comprende que son excusas y miedo. Se siente enferma, el pecho le duele, se ahoga, y el diagnóstico osteocondritis sólo se llama angustia. Pero sigue doloridamente hasta la meta, hacia ninguna parte, hacia ella misma, sólo esa es la razón y la única realidad, la deslealtad, el camino partido el nexo emocional roto y desvinculado.

Acepta sus reglas, comprende mejor que él quién es él mismo. Tal vez también se averguenza de su propia falta de orgullo y poder, pero comprende que él no es todo que incluso es poco más que nada.

Han pasado tres años, sus encuentros tardíos y previsibles siguen la costumbre de una promesa indeterminada en el futuro, una leve mención de él, una cortés declinación de ella. Un viejo y gastado cariño que no puede dar más de si. 

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